sábado, octubre 24, 2009

GRUTA DE NEPTUNO.



En mi cabeza, una melodía de El último de la Fila, "Hierbas de Asia": "errar contigo, mareaditos. Te trajo el viento y te amé como a un niño...", por eso del mareo total.



El culpable de mis desvelos.



Una ¿lagartija?. Foto tomada por Pedro, que yo no tenía el horno "pa" bollos.



Parte baja de uno de los acantilados.



Panorámica de Alguero, dejando atrás la ciudad.



Entrada a la gruta.



Los famosos 656 escalones a la derecha de la foto, que si lo sé, los bajo y subo encantada.



Y este faro me pareció el lugar ideal para pasar un mesecito de vacaciones.



Dicen que la Gruta de Neptuno es una de las maravillas naturales más impresionantes que se pueden ver en Cerdeña. La verdad es que estaba deseando visitarla, y por este motivo, regresamos a L´Alguer, con la única intención de coger uno de los barcos que salen desde el puerto para acceder hasta la entrada de la cueva.

También se puede llegar hasta la gruta bajando los 656 escalones tallados en la pared rocosa que llevan a su entrada. Bajarlos y después subirlos, claro. Hubiera estado dispuesta a hacerlo, sin duda alguna, por dos motivos: el primero, siento debilidad por las cuevas, reminiscencias de mi juventud, de cuando estuve un tiempo practicando espeleología; el segundo: la Gruta de Neptuno tiene fama de ser una de las más impresionantes del Mediterráneo por sus lagos, pasadizos, espacios amplios, estalactitas, estalagmitas…, perfecta para soñar.

Nos hicieron esperar unas horas porque el mar estaba un poco alborotado, pero finalmente salimos sin garantía alguna pero con la esperanza de poder visitarla.

El calor era asfixiante, el barco bailoteba, todo empezó a dar vueltas en mi cabeza, y ni los magníficos acantilados, ni las maravillosas playas todavía intactas, ni nada de nada de nada, lograron ausentar el pensamiento de las terribles sensaciones que me invadían, y es que me sentía morir, literalmente. No sabía como ponerme, ni sabía donde meterme, ni como escapar de esa terrible sensación de "voy a vomitar".

Resistencia.

Al llegar a la entrada de la gruta, pensé que, finalmente, iba a tocar tierra firme y que se había terminado la pesadilla, pero nada de eso, el barco empezó a bambolear hasta que me convencí de que íbamos a volcar. Las olas estaban furiosas y Neptuno no se alió con nosotros para dejarnos llegar hasta el acceso peatonal, así que nos comunicaron que no iba a poder realizarse la visita y salí despaborida, como alma que lleva el diablo, a la parte baja de la embarcación buscando un rincón donde escapar del mundo, de la sensación de angustia infinita. Realicé un ejercicio mental para evitar pensar sólo en mi mareo, y en el intento de dirigir mis pensamientos hacía otro lugar, no sé muy bien porqué, acabé en las Bahamas, el absurdo rumbo de la mente en su caminar, porque no es un destino que llame especialmente mi atención.

Terminamos la excursión en una pequeña cala donde estuvimos el tiempo suficiente para conseguir que me recuperara un poco. Chapoteé en el agua transparente con un refresco en la mano y aunque me costó un ratito regresar a la normalidad, lo conseguí siguiendo los tropecientos consejos de mis compañeros de viaje. La vuelta fue bastante mejor que la ida.

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